Wal-Mart Comes To The French Quarter

Tony Abdo aabdo at webtv.net
Mon Aug 14 23:43:35 PDT 2000


No, Comrades, it's just a bad joke. Wal-Mart is not going to construct a new 'superstore' in the French Quarter of New Orleans. That would be just plain irresponsible, and down right depraved.

Lucky for us, Wal-Mart has decided to head south to the historic city of Merida in The Yucatan, instead. No big deal, Mexico has all sorts of historical places. All we have in the US is the French Quarter, and maybe downtown Kansas City. So Wal-Mart, being the All-American company that they are, has decided not to build inappropriately next to Lafayette Square- New Orleans, but to construct in some dump called 'el Paseo de Montejo'. Thank God that Cancun is safe.

To those unable to read Spanish, I will give you the highlight of the article below. That's the comparison of how Ceaucescu destroyed national monuments in favor of his own personal style of architecture. Sam Walton must be proud of this new accolade! To be compared in the same breath as Romania's favorite son! Aw, he's probably used to such praise by now?

Tony Abdo --------------------------------------------------- Carlos Castillo Peraza Un llamado a Wal-Mart

Ceaucescu, el tirano que asoló a los rumanos durante tantos años y acabó tan mal, dedicó no pocos esfuerzos y muchos recursos a destruir, por arrasamiento, los monumentos y edificaciones que ayudaban a constituir la memoria de sus compatriotas. Especialmente, su ferocidad aniquiladora la emprendió contra las construcciones que evocaban el cristianismo de su pueblo. En lugar de las venerables cúpulas, y no siempre, puesto que no le alcanzaron el tiempo ni los recursos, hacía alzar palacios sin gracia ni raíces.Algo semejante han venido haciendo los turcos en la parte de la isla de Chipre que tienen ocupada manu militari desde hace años. Para someter culturalmente a la población, han derruido sus recuerdos bizantinos y ortodoxos como prólogo para otomanizarla. Los ejemplos análogos, a lo largo de la historia, son innumerables. Pueblo amnésico de sí mismo es pueblo a la merced de cualquier moda que por allí pase, sobre todo si la efímera novedad camina sobre el poder económico o político en turno.

Mérida, mi ciudad natal, es comunidad con probadas y queridas raíces. Su sabor humano más que peculiar es mezcla de guisos, árboles, melodías, edificios, calles, modales, tratos, costumbres y prácticas arraigados en el pasado y en el recuerdo de éste, presente en sus habitantes. Mérida, gracias a este patrimonio multifacético, es una ciudad que civiliza, que enseña a vivir en ella misma, en tanto que civis, de un modo respetuoso, romántico y hospitalario. Por eso, en la actualidad florece allí un regionalismo especial, de reciente cuño, frente a los mexicanos de otras latitudes que buscan ahora en ella residencia tranquila y vida apacible, y que a veces violentan el ritmo y el estilo de sus pobladores. No es un localismo "anti", sino solamente a la defensiva, es decir, de preservación de lo propio, porque quien renuncia a lo suyo no favorece la pluralidad: ésta no existiría si cada singular abdica a su ser. Tampoco es impermeabilidad a lo externo, a lo otro: es lucha serena por la complementariedad y contra el avasallamiento.

Parte entrañable y medular de la memoria de los meridanos es el Paseo de Montejo, inútilmente rebautizado hace bastantes lustros, en nombre de cierto indigenismo entonces a la moda, como "Avenida Nachi Cocom". La vía no llevaba a ningún lado: era un sitio, como lo indica su nombre, para pasearse, como lo fue también el Paseo de las Bonitas o Alameda, hoy devastado, sito en los alrededores del viejo edificio de Correos.

Como otras veces antaño, el Paseo de Montejo corre el riesgo de ser deformado con la erección, en una de sus más amplias glorietas, de un supermercado. El extenso terreno sobre el que ya se alzan las estructuras metálicas que darán abrigo a un establecimiento de la firma Wal-Mart, es contiguo a uno de los más preciados edificios del Paseo y de la ciudad: el de la Escuela Modelo, obra maestra del civismo de la añorada Liga de Acción Social, vivero de maestros ejemplares y semillero de ciudadanos y profesionales destacados.

No es la primera vez que se agravia al Paseo de Montejo. No han sido pocos los dueños de casonas magníficas que las vendieron como terrenos para la construcción, en lugar de aquéllas, de hoteles horrendos y comederos de pésimo gusto arquitectónico. Propietarios y autoridades meridanos llevarán sobre los hombros la vergüenza de haber permitido, si es que no propiciado y hasta usufructuado, semejantes delitos de lesas memoria, cultura y belleza. Lo peor es la precaria legislación al respecto que ofrece el amparo de la ley a los depredadores.

(Cabe aquí rendir homenaje a las familias y a las empresas que quisieron proteger el carácter histórico y civilizatorio, hoy fuente de atractivo turístico, de muchas casas señoriales: supieron entender que, más allá de la ley escrita, hay valores superiores a ésta, que no todo lo legal es justo ni necesariamente bueno.) Extraña, en consecuencia, que una firma seria y cuidadosa como Wal-Mart se acoja sólo a la ley para continuar el desfiguramiento del Paseo de Montejo, máxime si se piensa —como han señalado destacados empresarios yucatecos— que el predio de referencia queda fuera del área de previsible crecimiento de la ciudad y, por tanto, sin futuro comercial promisorio en el largo plazo. Extraña, así mismo, que tal compañía ignore o soslaye el parecer y el sentimiento de numerosos meridanos y no pocos mexicanos de otros estados, quienes han hecho público el sentimiento de agravio que les genera la instalación —cuya legalidad es casi inobjetable— del supermercado en tal sitio. Esto no es entrar en Yucatán por la puerta grande. Es asaltar a su capital con el ariete destructor, odioso, de quien cuenta con ejército propio leal y quintas columnas interiores desarraigadas de su propia tierra.

Nadie negará que las superficies y los volúmenes, en general, pueden ser propiedad de particulares ni que éstos tienen derecho de hacer con aquéllos, dentro de la ley, lo que mejor les parezca. Sin embargo, en particular, hay espacios y masas que no son sólo eso, sino que, por su pasado, su ubicación, su figura y su magnitud, adquieren características de tiempo. Dicho de otro modo, forman parte del ayer común a todos los habitantes de una ciudad, de la memoria de éstos, del tejido de recuerdos que constituyen a la comunidad misma. Los espacios y los volúmenes que son tiempo no pueden ni deben ser propiedad privada, porque son patrimonio público, historia comunitaria, raíces comunes, materia prima del ser-pueblo que, a su vez, permite formular los proyectos y cuajar las esperanzas colectivas. Nadie puede ser dueño del tiempo pretérito de todos. Es por esto que muchos meridanos, unidos por nuestras raíces y nuestra voluntad de ser, hemos pedido a Wal-Mart que, más allá del derecho que pueda asistirle para instalar su tienda en el Paseo de Montejo, renuncie a hacerlo: si persiste en su intento, nos privará de un tramo de nuestra memoria, de nuestro ser, y hará menos civilizada y menos civilizadora a nuestra ciudad, lo que podría llegar a ser malo también para Wal-Mart.

Wal-Mart no es una empresa yucateca ni de yucatecos. Sí lo son, duele decirlo, los dueños del terreno sobre el que ya crecen las naves comerciales. Es una vergüenza tener que apelar a la conciencia de los de fuera, visto el apetito voraz de los de adentro, insensibles al pasado común, para salvar el Paseo de Montejo. A pesar de todo, es preciso insistir para que, si el proyecto se detiene, no sea sólo por la benevolencia de los foráneos: la familia Abraham tiene también alguna palabra que decir al respecto, y los defensores del Paseo de Montejo les repetimos: no atenten contra algo que es tan suyo, tan de todos ni contra el tiempo de la comunidad entera a la cual pertenecen y que ha querido y sabido acogerlos, respetarlos, aceptarlos, y sustentar sin titubeos su innegable talento empresarial y su visible riqueza. Mucho menos presionen, gracias a ésta, a los meridanos que han dado la cara en contra del arrasamiento de los recuerdos compartidos: no todo está en venta en nuestra ciudad, y los jóvenes que han protestado públicamente contra lo que está en curso muestran que lo que ahora es sólo manifestación de disgusto e invitación al actuar consciente, podría transformarse en resistencia legal y pacífica contra el atentado en germen.

La autoridad municipal se encuentra en un brete. Por un lado, está la legalidad que debe respetar y los derechos que no puede violentar. Por otro, sus deberes para con la historia y la cultura, precisamente este año en que Mérida es capital americana de aquélla. Pero sin lugar a dudas cuenta con instrumentos para evitar lo peor: el Instituto Nacional de Bellas Artes ha expresado parecer en contrario —lo que es honroso para éste y esperanzador para los meridanos— y algo es todavía posible.

No es dable saber ahora si Wal-Mart será capaz de respetar a los meridanos. Ojalá lo sea. Cada día que pasa parece menos posible que los propietarios del terreno morigeren su apetito mercantil. No se ve cómo las autoridades podrían detener legalmente la devastación del paisaje urbano del Paseo de Montejo. Pero esta lucha hay que darla aunque sea para que, mañana, no estemos entre los que serán increpados por haber tolerado en silencio despropósitos de comerciantes y tibiezas de autoridades.

Sobre todo, hay que hacerlo para que cambien las leyes y, aunque no fuese así, para que cada día sea más difícil a cualquiera —con dinero y poder— agraviar a la ciudad de Mérida y a sus habitantes.

Es penoso reconocerlo, pero éste es un llamado a una empresa trasnacional para que haga lo que algunos meridanos no han podido o no han querido hacer. De parte de Mérida, ciudad que se niega a ser asfixiada por un "progreso" sin cuidado por ella, por sus habitantes, por su historia.



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